Samantha terminó una relación tormentosa de 15 años, lo que le impulsó a tomar la decisión de irse a un largo viaje sin retorno, con el fin de desconectarse de todo lo que conocía y tomar un nuevo rumbo.
En el vuelo rumbo a Suiza, Samantha sentía arrepentimiento, miedo, nostalgia, dolor en el pecho y hasta mareo. Ella sabía que hacía lo correcto, su vida requería de un cambio total.
Ella se consideraba una buena persona y se daba cuenta que no merecía ni aguantaba más dolor. Esos pensamientos le acompañaron hasta la puerta, cuando descendió del avión. Se subió en el vehículo que le llevaba hasta un pequeño y lejano pueblo, donde rentó de antemano, una casa.
Los grandes bosques, las montañas con hielo, los ríos que atravesaban los caminos, le daban una hermosa y colorida bienvenida. Samantha respiraba cada partícula de aire con una gran sonrisa. Al ingresar a esa casa de madera, con chimenea encendida, sintió el calor del hogar que tanto deseaba. Samantha se recostó en el primer sillón y se durmió profundamente.
Lamentablemente, con el paso del tiempo, la calma le saturaba y esa hermosa sensación se iba desvaneciendo, porque los recuerdos dolorosos la perseguían. Luego de una larga noche, en la que su mente no paró de pensar, con los primeros rayos de sol acariciando su rostro, decidió ponerse en pie e ir a explorar el vecindario, aun con muchas asuntos mentales que solucionar.
Una señora mayor notó la tristeza de Samantha y se le acercó para ver si le ofrecía algo, entre cortas respuestas, la anciana logró tocar las fibras más íntimas de Samatha, con un comentario sencillo sobre el mal de amores, poco a poco, la introdujo en una larga historia.